"No recordaba haber visto los canales así. Ni en el peor de los sueños imaginaba esa soledad, ese silencio en el que solo rebotaban por las paredes el eco de los remos al chocar en las frías aguas."
Barqueros transportando anónimos cadáveres sobre las góndolas, pintadas de negro funerario. Esa era la triste actividad que el músico Tarquino Merula podía contemplar desde las ventanas de su domicilio en Venecia, durante la epidemia de 1630.
Se encontraba en la difícil tarea de recomponer la orquesta de la capilla musical de la ciudad de los canales, después de que hubieran muerto la gran mayoría de sus músicos a consecuencia de la pandemia.
No es la primera vez que a lo largo de la Historia, los músicos se ven obligados a detener su actividad por epidemias, guerras, crisis… Seguramente sufrirían tanto o más que nosotros. Pero siguieron su camino. Siguieron creando, componiendo, escribiendo nuevas obras. Recordemos, al azar, algunas de estas historias.
Amadeus Mozart
Con 8 años, el pequeño Mozart era llevado por su padre de gira europea, con un pequeño pianoforte. “Mis hijos están acostumbrados al trabajo, (...) las cuentas salen bien”. (cartas de Leopoldo Mozart, año 1764). Sin embargo, en Viena surge una epidemia de viruela que obliga a la población a refugiarse en sus casas. El propio Mozart enfermó perdiendo la vista durante días. Las cosas irían aún a peor, porque al enviudar la emperatriz María Teresa, el luto de la corte paralizaría toda la actividad musical durante mucho tiempo. Se cancelaron conciertos, encargos, óperas...
Manuel de Falla
Fue la mano que escribiría las 7 Canciones Populares, el Retablo de Maese Pedro, El Sombrero de Tres picos, El Amor Brujo, La Danza del Fuego, Iberia, Atlántida… Un artista que vivió la Crisis de 1898, la Primera Guerra Mundial, la Gripe española de 1918, el Crack de 1929 y si, por si fuera poco, los crueles inicios de la Guerra Civil Española, durante el alzamiento militar en Granada, en el verano de 1936.
Enrique Granados
En enero de 1886 Enrique Granados consiguió su primer trabajo tocando el piano en el Café de las Delicias de Barcelona, para amenizar durante cinco horas diarias a los clientes del establecimiento, con un sueldo de 1200 pesetas anuales, (12 euros actuales). Después de muchos años de tesón y esfuerzo, (no entraremos aquí en contar su biografía), llega el culmen de su carrera: estrenar una de sus obras con orquesta en New York. Todo un éxito. Éxito que tendría un final amargo. Regresando a España, su barco, el Sussex, es “confundido” con un barco de guerra por un submarino alemán, que lanzando un certero torpedo, lo parte por la mitad. Granados ve que su mujer ha caído al agua y se lanza para salvarla. El mar se los tragaría a las 15:00 horas del 24 de marzo de 1926.