Hacía calor aquella tarde, incluso más de lo normal para ser finales de septiembre. Algunos de los trovadores que habían acudido a la corte de Alfonso, en Sevilla, viajando de norte a sur, trataban de refrescarse a la sombra de los jazmines, o cerca de los estanques y fuentes del Alcázar.
En el interior de uno de los salones, un pintor pedía a sus aprendices que se apresuraran en la preparación de los colores: ocres, bermellón, azul lapislázuli... Pronto oscurecería y no podría ilustrar con precisión aquellos instrumentos que el rey había ordenado representar en su querida obra. Mientras tanto, el maestro trazaba los contornos de la silueta del músico, al que pidió que le mostrase el instrumento, pues quería pintar con máximo detalle las clavijas, los puentes, las cuerdas y todos los elementos que lo componían.
Una vez hubo terminado de contornear, el músico volvió a colocarse el instrumento sobre el regazo. Era un salterio, un arpa de caja de un dulce sonido. Comenzó a tocar algunas de las cantigas en las que había estado trabajando junto a los otros trovadores y junto al rey. La música resonaba por cada rincón de la sala iluminando de otra luz la penumbra de la tarde.
De los cuatro libros que se conservan de las Cantigas de Santa María, elaborados por la corte de Alfonso X, El Sabio, durante el s.XIII, uno de ellos es el llamado “Códice Príncipe” o “Códice de los Músicos”, y se conserva en la Biblioteca del Escorial (Madrid, España). En este libro, además de las cantigas, aparecen representados en ricas y detalladas miniaturas toda una colección de instrumentos musicales: violas, rabeles, gaitas, tamboriles, arpas, laúdes, citaras, axabebas…
También aparecen multitud de cítaras o psalterios, de diversas formas y tamaños. Este tipo de instrumentos debieron ser muy utilizados por la gran cantidad de veces que aparecen representados. Se les atribuían propiedades místicas a la música que se podía hacer con ellos, pues según tratados como el Protéptco, escrito por san Clemente de Alejandría, "Dios es una cítara, una flauta y un templo y la música crea la armonía del universo".
Me llama la atención especialmente uno de estos salterio, o arpa de caja: el que aparece en la cantiga número 290. En esta miniatura vemos un instrumento de grandes dimensiones, con forma de media ventana. Las cuerdas están anudadas a unos cordales en grupos de cuatro, para tensarse finalmente al otro extremo a las clavijas, situadas en el lateral curvo de la caja armónica.
Los salterios que vemos representados en las distintas fuentes iconográficas medievales, tanto en pintura como en escultura, nos muestran una gran variedad de formas: triangulares, cuadrados, trapezoidales… Esta representación en concreto es muy singular, tanto por la forma, los cordales y la postura en la que el músico lo sostiene. Si bien hay una gran variedad de formas de salterios, lo mismo ocurre con las opiniones y teorías acerca de este instrumento dibujado en el códice alfonsí.
Lo primero es saber su afinación, pues por su forma es difícil que se pueda encordar con cuerdas de tripa de la época, como un arpa, teniendo una escala de notas graves a agudas con distintos calibres. Es por ello que algunos estudiosos opinan que se afinaría por “acordes”. Si bien en la práctica es posible, es un tanto extraño que los músicos de las cantigas usaran un instrumento para hacer acordes en música modal.
Otra de las curiosidades es la pose del músico para tañer el instrumento: aparece mostrándolo al espectador, sujetándolo con la mano izquierda y pulsando las cuerdas con la derecha. Algunos músicos optan por recrear esta postura al tocar este instrumento en concreto. Sin embargo, además de ser una postura antinatural e incómoda, no es muy común a la hora de tañer un salterio, según el resto de modelos iconográficos conservados, donde el músico suele tenerlo apoyado en el regazo para usar las dos manos, o en vertical, como un arpa.
Como a mi me suele gustar pensar las cosas de otra manera, o darle vueltas a las cosas, creo que el músico no estaba tocando en el momento en el que el iluminador lo pintaba. Pienso que el modelo mostraba el instrumento para que se viera bien. Hay que recordar que la pintura medieval se caracteriza por una ley de la frontalidad, donde no hay perspectiva y se pintan los elementos de forma plana: cabezas de perfil, o de tres cuartos (en raras ocasiones de frente); torsos frontales, mientras que los pies aparecen de lado, o de tres cuartos, etc. Si el iluminador hubiera pintado el instrumento mientras que el músico lo tenían en el regazo, habría pintado una franja alargada de madera:
También creo que es posible que las proporciones no sean las correctas y que la curva fuera más pronunciada, con mayor diferencia de longitud vibrante entre las cuerdas graves y agudas, para así poder tener una escala diatónica como en un arpa. En otras miniaturas de libros alfonsíes vemos estos “errores” de proporciones, como en el arpa que aparece dibujada en una de las miniaturas del “Libro de los Juegos”.
¿Y por qué cuatro grupos de cuerdas agrupadas en cuatro? Posiblemente sea por necesidades de construcción: al estar anudadas a los cordales, es la única fórmula que podría haber pensado el constructor que hizo ese instrumento en concreto. Hay que recordar que en aquel momento no existe una industrialización, ni talleres reglados de instrumentos musicales y cada maestro los fabrica según sus conocimientos.
Por último, otra de las discusiones entre musicólogos, estudiosos, aficionados y entendidos es acerca de los materiales con los que se construían estos instrumentos. En este salterio en cuestión se usó pino abeto para la tapa armónica, nogal para el fondo y los aros, cuero para los cordales, pergamino para las decoraciones de las rosetas y ébano para las clavijas y puentes. El ébano, pese a opiniones contrarias de “expertos”, se conocía perfectamente durante la Edad Media y se usaba para trabajos de ebanistería (de ahí la palabra), fundamentalmente para muebles y obras de gran calidad, donde se necesitaba una madera de gran dureza. Las propiedades del ébano eran muy valoradas por los artesanos medievales. En Al Andalus se exportaba en embarcaciones que atravesaban el estrecho, provenientes del Sahara. "En estos cargamentos se traían desde esclavos, oro, seda, marfil, pieles y ébano, cruzando desde Siyilmasa" (actual Marruecos). Crónicas del andalusí Al Zuhri, s.XII.
...Y este instrumento suena así: