-¡Quemadlos todos!
-Pero mi señor Almansur, aquí hay obras que no creo que ofendan a nadie: hay libros de medicina, botánica… música…
-¿Acaso no me habéis oído? He dicho que los queméis todos. ¡Y a tí también te quemaremos si no obedeces de inmediato!
A finales del siglo X la biblioteca de Medinat al Zahara, en Córdoba, es destruida y saqueada. Los casi 400 mil volúmenes de ciencia, astrología, música, medicina, se reducen a cenizas. El trabajo de traductores, copistas e iluminadores es pasto de las llamas y de la furia de los imanes de Córdoba, que consideran peligrosos y heréticas esas obras.
Una de las obras perdidas para siempre fue la primera copia de “El Libro de las Canciones”, el denominado Kitab Al-Agani. Se trataba de un libro adquirido por el califa Al-Hakam II, por 1000 monedas de oro. Un libro donde se habían recopilado los poemas y músicas de poetas y cantores.
Por desgracia, no sería la última vez que los cielos de nuestras ciudades se cubrieran de humo y olvido con la hoguera de la intolerancia. En la Granada de 1502, el Cardenal Cisneros formaría una pira funeraria con 5000 libros en la plaza Bib-Rambla, sacados de la Madraza, por orden de los Reyes Católicos. Juan de Vallejo lo describe en su crónica: “(...) Miles de libros del Corán y otras ciencias fueron quemados en una plaza pública de Granada a la vista de todo el mundo". "Las bibliotecas y los archivos del reino nazarí fueron quemados. Una vez destruida su memoria escrita, sólo les quedaba la transmisión oral para conservar su identidad histórica…".
Siempre ha sido más fácil destruir que crear.
Avanza el otoño y estamos terminando nuestro próximo trabajo discográfico dedicado a la Música de Al Ándalus. El hecho de no disponer, todavía hoy, en la actualidad, de ninguna partitura original de Al Andalus, es todo un reto para el investigador, recreador, intérprete, llámenlo como prefieran, de las músicas que se crearon en Al Andalus.
Y digo “músicas”, porque 700 u 800 años dieron para mucho. Tendemos a reconocer como estilo andalusí una pequeña parte de lo que pudo haber sido la música que se ha conservado a través de la tradición oral en los países de acogida de los exiliados, moriscos, judíos o cristianos herejes. Aunque personalmente, a mi nunca me gustó etiquetar a las personas por sus credos.
700-800 años de música equivalen a una evolución artística enorme, llena de influencias, de avances estéticos, estilísticos. La música que se compuso y cultivó en Al Andalus, lógicamente tuvo que evolucionar: no sonarían igual las canciones que disfrutaba Al-Hakem en su preciado libro, que las que pudo escuchar Boabdil en la Granada del s.XV. Basta con pasearse por los restos de Medina Azahara y compararlos con los Palacios nazaríes de la Alhambra, para ver cómo hay una evolución, un refinamiento, una superación del artista por crear un arte perfecto.
Queda pues mucho por investigar, por rebuscar en las crónicas, detectar en la música de los siglos posteriores el sustrato que dejó la impronta del artista andalusí, de las composiciones de aquellos músicos que siguieron interpretando música “a la mahometana”. De aquellos músicos que cambiarían su nombre en árabe, para llamarse Fernando, Manuel, Alonso…, en una conversión forzosa para conservar su vida, su trabajo, pero no su memoria, que se disiparía como las cenizas de sus libros quemados.
En recuerdo de la memoria de estos artistas, antepasados nuestros, quién sabe si quizá parientes, sigo afanado hoy, en esta mañana de otoño, terminando los ajustes, sonidos y detalles del disco, que espero sea el comienzo de una senda interesante y aventurera. Por cierto, y hablando de aventura: en 2003 se hallaron en Cútar, un pueblo de la sierra de Málaga, durante unas obras de remodelación en una vieja casa, tres libros en árabe: un Corán y dos libros de cuentas.
Estoy pensando ahora si dejar por un momento de trabajar en el disco, y ponerme a taladrar paredes en casas abandonadas, a ver si me encuentro algo interesante. ¿Quedarán aún tesoros por descubrir? Segurísimo que sí.
Dejad de prender fuego a pergaminos y papeles,
y mostrad vuestra ciencia para que se vea quién es el que sabe.
Y es que aunque queméis el papel
nunca quemaréis lo que contiene,
puesto que en mi interior lo llevo,
viaja siempre conmigo cuando cabalgo,
conmigo duerme cuando descanso,
y en mi tumba será enterrado luego.
Ibn Hazm. En Sevilla, s.XI. Poema que escribió sobre la quema pública de sus obras.
Para Saber Más
Biblioteca de Al-Hakam II
Durante el s.X, el califa cordobés Al-Hakam II, patrocinó la colección de libros más importante de occidente: 400 mil volúmenes de todos los saberes, ciencias y artes del momento. La biblioteca se encontraba en Medina Azahara, a las afueras de Córdoba. La biblioteca fue arrasada a su muerte, por orden de Almansur, para conseguir el apoyo de los religiosos de Córdoba. Tan solo se conserva un solo libro en la Biblioteca de Fez, en Marruecos. Es lógico que algunos libros se salvaran o fueran escondidos o robados antes de la quema.
Se sabe que este ejemplar pertenecía a esta biblioteca porque Al-Hakam hacía anotaciones en cada uno de sus libros.
Segundo califa de la Córdoba del s.X. Hijo de Abderraman III
Abu ‘Amir Muhammad ben Abi ‘Amir al-Ma’afirí, llamado en al-Ándalus al-Manṣūr billah. Fue un caudillo militar que se hizo con el poder, tras la muerte de Al-Hakam. La endeblez del sucesor al califato, provocó que Almansur, o Almanzor tomara el poder y el gobierno de Al Andalus.
Último rey de Granada. Entregó la ciudad a los Reyes Católicos en 1492.
Quema de libros de 1502
Real Carta de los reyes Católicos. Granada, 12 de octubre de 1502.
(...) Por lo cual os mandamos (...) traigan ante vos las dichas nuestras justicias todos los libros que en nuestra jurisdicción estuvieren, sin que ninguno quede del alcorán ni de la secta mohometana, y los hagáis quemar públicamente. Y mandamos a cualesquiera personas en cuyo poder estuviesen dichos libros, o de ellos supieren cualquier manera (...) entreguen dichos libros (...) so pena de aquel que tuviere y lo encubriere muera por ello y pierda todos sus bienes.
Las autoridades castellanas, al desconocer la lengua árabe, quemaron todos los libros, ya fueran el Corán, o fueran de poesía, de recetas gastronómicas, medicina…